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Fermoselle Villa del Vino y Fiesta de la Vendimia 2021

Fermoselle Villa del Vino

Fermoselle. Tierra de vino y aceite. El pueblo de las 1000 bodegas. Hogar de los “follacos”, gentilicio con el que se conoce a los habitantes de esta villa de manera coloquial y que deriva de la palabra folla u hoja, en referencia a la basta extensión de viñas que cubrían los suelos del término municipal desde los bancales a la penillanura como bien explica el enólogo fermosellano Benigno Garrido. Como veis, aquí todo respira vino.

Ubicada en un enclave excepcional, a los pies del río Duero (protagonista de otras magníficas denominaciones de origen como Ribera del Duero o Toro) y haciendo frontera con salmantinos y lusos, Ocellum Durii (nombre con el que se conocía la villa en época romana) posee uno de los viñedos más altos de la denominación de origen a la que se amparan sus vinos, DO Arribes, con una altitud de 810 msnn. Pero no todos los vinos que se hacen en la villa se subscriben a la denominación, puesto que todavía quedan muchos elaboradores que siguen teniendo sus majuelos y bodegas subterráneas y elaboran para consumo propio, de amigos y vender alguna botella a los aficionados de este mundo, como me ocuurió a mi. Pero esto os lo contaré más adelante.

Muchas son las variedades que se plantan en esta zona y en toda la DO Arribes: tintas como las autóctonas Juan García y Bruñal (uva en fase de recuperación y con un potencial vinícola tremendo) o blancas como la Malvasía Castellana o Doña Blanca, así como Rufete Tempranillo, Garnacha, Albillo, Verdejo y otras. Además, hay otras variedades en fase de estudio y registro como Mandón, Puesta en Cruz, Bastardillo Chico… Todo un jardín vitivinícola podemos encontrar.

Vinos blancos, rosados y tintos son elaborados, siendo los más conocidos los que lo hacen con Juan García en tintos y Malvasía en blancos, con la tinta Bruñal siendo cada vez más protagonista pues ofrece unos vinos únicos y con mucho potencial.

Fiesta de la vendimia

Sábado por la mañana. La Plaza Mayor engalonada para la ocasión. Los puestos colocados. Vinos en cubiteras, pues se avecinaba un día de calor de los de no moverte de casa con el ventilador debajo y tomar vinos a la temperatura ambiente no es para nada recomendable. Bodegueros y propietarios detrás de cada stand ansiosos por ofrecer a probar el fruto de su trabajo, darse a conocer y que los visitantes se lleven un grato recuerdo. Copas Riedel serigrafiadas con el lema “Fermoselle Villa del Vino” preparadas para ser empapadas. Y así, con todo listo, se inaguraba a las 11:00 la Fiesta del Vino de Fermoselle 2021.

Cuatro bodegas tuvieron representación en la feria: Bodegas Almaroja, Bodegas Pascual Fernández, Bodega Cooperativa Virgen de la Bandera y Bodegas Pastrana. Me hubiera gustado que se hallaran en la feria más bodegas, pues no son las únicas de la localidad, pero con las que había, sabía que iba a gozar igual.

En Almaroja pude disfrutar de un blanco (Pirita Blanco) y dos tintos (Cielos & Besos y Pirita Crianza). Con Pascual Fernández la composición fue al revés: dos blancos (Siete Peldaños Malvasía y Siete Peldaños Doña Blanca) y un tinto (Siete Peldaños Bruñal). Los vinos de la cooperativa fueron dos tintos (Viña Bordón joven y Viña Bordón crianza). Y en Pastrana pude probar su tinto Paraje de los Bancales y un blanco que elabora Bodegas Arribes del Duero. Por suerte (o desgracia para mi cuenta bancaria) los vinos se podían adquirir en el mismo stand, así que me llevé una buena representación de ellos puesto que, aunque todavía no lo había dicho, es una de mis denominaciones de origen favoritas. ¡Y es que hacen unos vinos fantásticos!

Vinos adquiridos en la feria. Condado de Fermosel adquirido en tienda local

A media mañana, el director técnico de la DO Arribes, Carlos Capilla, nos brindó con una maravillosa cata en la que pudimos descubrir todos los entresijos y características que dan como resultados estos geniales vinos, como el suelo, variedades de vid, crianzas… Yo, por suerte, ya lo conocía pues estuve en otra cata técnica que impartió Carlos en Valladolid hace unos años. Mi primera experiencia con estos vinos. Y el amor fue a primera vista.

Después de una mañana festiva, donde los bailes regionales también tuvieron lugar, me dirigí con mis acompañantes a disfrutar de las viandas locales en uno de los restaurantes de la villa, donde pudimos degustar, entre otras cosas, la carne sayaguesa y el licor de café, bebida igual de tradicional en esta zona que el vino.

Bailes regionales del grupo El Majuelo

Ya por la tarde, y después de una merecida siesta, me puse en marcha para conocer las tradicionales bodegas subterráneas (no por nada se le conoce el Pueblo de las 1000 bodegas) y probar los vinos que de forma artesanal y orgullo elaboran las gentes del pueblo. Ocho eran las bodegas visitables ese día aunque no pude pasar de las cuatro. Ello debido a las fastuosas historias que te contaba cada propietario y que te hacían quedarte embelesado escuchándolos. Historias como que las bodegas no solo eran utilizadas para producir vino (el contrabando era importante en esta zona en el siglo XIX y XX y aquí se almacenaban la mercancía en paredes de doble fondo. Según contaban fue esencial para subsistir), como elaboran sus vinos (prefieren dejar más tiempo la uva en el viñedo que recogerla en lo que sería su punto óptimo o que prefieren elaborar de forma natural sin utilizar ningún químico) y otras no tan buenas, como que han tenido que arrancar viñas porque ya son muy mayores para trabajarlas y no hay relevo generacional que se ocupen de ellas. Una experiencia muy interesante.

A continuación, de vuelta a la plaza. Allí se celebró el tradicional pisado de la uva, llevado a cabo por niños y mayores donde pude degustar el primer mosto y, acto seguido, se manifestaron los bailarines del grupo Juan del Encina que nos deleitaron con bailes regionales. El nombre del grupo no es en vano, puesto que para quien no lo sepa, Juan del Encina fue el padre del teatro español y se dice que nació en Fermoselle (aunque otros autores ubican su nacimiento en otras localidades).

Para terminar, aprovechando que la feria seguía abierta, un par de vinitos más y a cenar, puesto que todavía quedaban cosas por probar de la gastronomía fermosellana. Y después de un largo día, de historias, experiencias y copas llenas del líquido fermentado del fruto de la vid, a descansar para el día siguiente dar una vuelta por el pueblo, conocer el resto de sus monumentos y lugares de interés y hacer unas últimas compras.

Vinos adquiridos a productores locales

¡Hasta el próximo post #Claretistas!

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